Las palabras más certeras sobre los retos que se le plantean a las novelas del Crack las iba a pronunciar, creo, Italo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio. En esas páginas, Calvino proponía una reflexión necesaria hoy, cuando la literatura y sobre todo la narrativa ven desplazado a su lector potencial por las tecnologías del entretenimiento: los juegos de vídeo, los medios masivos y, recientemente, para quien pueda solventarlos, los juegos de realidad virtual en los cuales oh, paradojas el desarrollo un individuo provisto de un modernísimo casco y un anatómico guante puede ver, oír e incluso palpar las aventuras que un disco compacto le proporcione.
Crack Para Iglesia Hoy
Cómo podrá competir, entonces, el narrador con sus escasos medios para granjearse a los lectores perdidos en ese vasto mundo de pocas tinieblas? Calvino, adelantándose, supo la respuesta: usando las más añejas armas del oficio digan lo que digan sobre la prostitución más viejo del mundo:
No nos engañemos: no hay en las novelas del Crack, ciertamente apocalípticas, originalidad escatológica. Sería injusto otorgarles esta línea, injusto con una larguísima tradición que, por cierto, no es precisamente mexicana. Por si esto no bastase, ya el fin de las ideologías y la caída del muro de Berlín se adelantaron mucho a la escritura; hace tiempo que nos dejaron por herencia un mundo formado de sufijos, sólo de sufijos que agregamos, a veces en serio y casi siempre en desesperada broma, a lo que ya existió, a lo que ya fue. Ya Beckett predijo una situación del género hace mucho tiempo, no con Godot, sino con su Final de partida. Como Hamm y Cov, no escribimos desde el apocalipsis, que es viejo, sino desde un mundo situado más allá del final. Si al parecer hay en estas novelas un afán creacionista, no en el sentido literal tipo Huidobro, sino en el amplio de Faulkner, Onetti, Rulfo y tantos otros, es porque se juzga necesario construir ese cosmos grotesco para tener mayor y más verosímil derecho a destruirlo. Y una vez destruido, sólo entonces, comienzan las novelas del Crack a aparecer dentro del imperio del caos.
Este mundo más allá del mundo no aspira a profetizar ni a simbolizar nada. Acaso hay a veces trampas para un efecto de extrañeza en homenaje a Brecht y a Kafka, algo para lo grotesco, algo para la paráfrasis caricaturesca; en realidad, lo que buscan las novelas del Crack es lograr historias cuyo cronotopo, en términos bajtinianos, sea cero: el no lugar y el no tiempo, todos los tiempos y lugares y ninguno. Del comic hemos tomado lo que accidentalmente hicieran, hace más de medio milenio y en forma accidental, los refundidores del Amadís de Gaula y lo que, sólo hace cinco años, ha hecho el austríaco Ransmayr al situar a su Públio Ovidio Nasón frente a un ramillete de micrófonos. La dislocación en estas novelas del Crack no será a fin de cuentas sino remedo de una realidad alocada y dislocada, producto de un mundo cuya massmediatización lo lleva a un fin de siglo trunco en tiempos y lugares, roto por exceso de ligamentos.
No vale la pena agitar el frasco de las garrapatas. Esto es un juego, como todo lo que vale en la literatura. La palabra es una y la misma; la novela, digan lo que digan, viene de siempre y continúa. Rompiéndola, prevalece. En efecto, si no hay nada nuevo bajo el sol, es porque lo viejo vale para la novedad.
De este modo, mientras una secta completa se encarga de narrar el fin del mundo en Memoria de los días, son las voces de los actores que irrumpen en la película que se filma en El temperamento melancólico, quienes nos dan cuenta de la soberbia infinita de un director que se asume como dios. O, en otro extremo, Si volviesen sus majestades involucra en el aparente orden de su historia principal un caos de historias engarzadas, lo mismo que las tres breves novelas que, al modo cervantino, interrumpen el viaje principal de Ricardo hacia Las Rémoras. Y en un último tour de force, La conspiración idiota apuesta por deletrear el secreto lenguaje de los niños con un léxico tan original como el que balbucea nuestro bufón en Si volviesen sus majestades. En las novelas del Crack ustedes encontrarán, pues, los alcances del proyecto pero también sus límites; las conquistas pero también sus desvaríos. Nada se soslaya, nada se modera, porque las apuestas que valen sólo contienen extremos, tan arriba y tan abajo se desee la escalada o la caída. Un libro así obligadamente es profundo y severo con sus lectores. La novela del Crack demanda pero ofrece. Se jacta de ser recíproca: cuanto más se busque, más se recibirá, con la certeza de que preexiste el iceberg para saldar cualquier deuda. Aquí se exige una precisión. Contra esas novelas mundo, voraces, que todo lo aspiran y todo lo exhiben; libros que se quieren científicos, filosóficos, de enigma, etcétera, a un tiempo, y que, como la vida misma, desecha tanto como ciñe sin transformarse, así las novelas totalizadoras del Crack generan su propio universo, mayor o menor según sea el caso, pero íntegro, cerrado y preciso. Los libros del Crack crearon su propio código, y lo han llevado hasta sus últimas consecuencias. Son cosmos egocéntricos, casi matemáticos, en su construcción y en su fundamento, absolutos en su urgencia de comprender las realidades seleccionadas desde todas las perspectivas, que en la literatura se traducen como multiplicación de registros e interpretaciones; no hay un vértice que no sea nude o no se cerque, como una red que es una combinación de lazos y agujeros.
El fiscal general de Estados Unidos ordenó a funcionarios judiciales tratar igual los casos de cocaína en polvo y los de crack (cocaína fumable), tras décadas de una disparidad que ha llevado a la cárcel a afroamericanos con más frecuencia y por más tiempo que a ciudadanos blancos.En una directriz al secretario de Justicia, Merrick Garland dijo que no hay razón para aplicar penas más severas a delitos relacionados con crack.
La ley recomendaba más de cinco años de prisión por posesión de 500 gramos de cocaína en polvo, y la misma pena por solo cinco gramos de crack, justificando la diferencia por el impacto mayor del crack, según el centro de estudios The Sentencing Project.
José Adán Varela Toruño, de 34 años, ex boxeador profesional y hermano de la subcomisionada Petrona Auxiliadora Varela, jefa de la Comisaría de la Mujer y la Niñez de Chinandega, fue capturado por agentes del departamento de la Policía de León, con más de 300 piedras de crack, en el costado sur de la iglesia de El Laborío, de la Ciudad Universitaria.
Ayer domingo la suerte no estuvo de parte de Varela, ya que esta vez cuando viajaba en su moto marca Yamaha fue capturado en el barrio El Laborío. Cargaba en su poder 303 piedras de crack listas para ser distribuidas en los pequeños y grandes expendios de droga del centro de la ciudad.
Noticias en español es una sección de Kaiser Health News que contiene traducciones de artículos de gran interés para la comunidad hispanohablante, y contenido original enfocado en la población hispana que vive en los Estados Unidos.
Más de 30 estados han registrado aumentos en las tasas de mortalidad por cocaína desde 2010, con Ohio a la cabeza. Las sobredosis de crack y cocaína en polvo mataron a 14 de cada 100,000 habitantes de Ohio de todas las razas en 2017, siete veces más que en 2010, según el Centro de Asistencia de Datos de Acceso a la Salud estatal de la Universidad de Minnesota.
La mayoría de las veces, el fentanilo es el culpable, ya que representa un peligro particular para consumidores de cocaína de larga data, que pueden ser mayores, estar más enfermos y no estar acostumbrados a los efectos de los opioides.
Una encuesta federal mostró que alrededor de 2 millones de estadounidenses usaron la droga de manera regular en 2018, en comparación con 1,4 millones en 2011. Uno de cada 100 afroamericanos usó el estimulante consistentemente el año pasado, una tasa 40% más alta que entre los blancos no hispanos.
Según expertos de las fuerzas del orden, a veces los traficantes añaden cocaína al opioide sintético de bajo costo para enganchar a las personas. Otras veces, se mezcla a través del manejo descuidado o el embalaje en algún punto del proceso.
Aun así, los consumidores de cocaína desde hace mucho tiempo a menudo confían en sus traficantes. Según los profesionales del tratamiento y la policía, son menos propensos que los consumidores de heroína o píldoras a llevar la naloxona para revertir una sobredosis de opioides, dijeron los expertos en el tratamiento de la adicción y la policía, porque no se consideran usuarios de opioides y no creen que lo necesiten.
En aquel entonces, poseer 5 gramos de crack, que muchos asociaban con afroamericanos de bajos ingresos, traía la misma sentencia que poseer 500 gramos de cocaína en polvo, que muchos asociaban con blancos de clase media o ricos.
Otro desafío: hay menos herramientas en el arsenal de tratamiento para la adicción a la cocaína. Si bien los medicamentos como el Suboxone y la metadona tratan a las personas adictas a los opioides, no existen medicamentos aprobados por el gobierno federal para tratar los problemas de cocaína, a pesar que los investigadores estaban probando medicamentos prometedores hace casi 15 años.
En Ohio, la Coalición de Heroína del condado de Hamilton, que planea cambiar su nombre para reflejar un enfoque en todas las adicciones, se ha comunicado con afroamericanos a través de iglesias, foros públicos y líderes comunitarios. Intenta difundir mensajes sobre la prevención, los peligros de la cocaína actual, dónde obtener ayuda y la necesidad de que cada consumidor de drogas lleve naloxona. 2ff7e9595c
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